Javier Viraje nació en Gijón (Asturias) hace 60 años, aunque reside en Alicante desde los 10. Cursó estudios de Humanidades y ha desarrollado su carrera profesional durante 40 años en una empresa de Telecomunicaciones como encargado de Logística y Operaciones.
Publicó el poemario Vértigo de la Clepsidra en 2004 (Ed. Víctor Pozanco). Posteriormente se dedicó al relato y microrrelato, coleccionando numerosos premios en concurso y certámenes entre los que destacan el XVII Concurso de relatos cortos “Leopoldo Alas Clarín” 2017, el XLV Concurso de Relatos “Puente de Zuazo” 2019 de San Fernando (Cádiz), el XXXV Concurso de Narrativa “Ciudad de Elda” 2020 de Elda (Alicante).
Ha publicado también varios cuentos y poemas en revistas y libros colectivos.
De 2004 a 2008 formó parte del consejo de redacción de la revista literaria Auca de las Letras. De 2009 a 2012 participó como socio, escritor y diseñador en un proyecto sobre cuentos biográficos ilustrados y personalizados denominado Vivir para contarla. Y de 2016 y hasta 2022 colaboró en la Tertulia Literaria del Centro de Estudios Iberoamericanos Mario Benedetti de Alicante.Entrada Extracto Entrada Contenido
«Javier Viraje posee un universo lleno de laberintos, puertas que comunican galaxias vecinas, océanos tempestuosos, islas paradisiacas a las que nadie más puede acceder, pueblos sombríos y sin embargo irresistibles. […] Sus vecinos allí son gente poco o muy recomendable, según se mire. Si uno le tiene miedo a las alturas, si desea poner los pies en la tierra para aburrirse confortablemente, no debe pedir asilo en esos pagos que vendríamos a llamar Javierlandia. No, miren, a tal territorio se va solo a soñar, a flotar dos palmos por encima del sueño, a compartir rellano o anaquel con un tipo llamado Jorge Luis, a traspasar espejos y pantallas como el que se mete medio zombi aún en la ducha fría de la realidad cada mañana. Javier sonríe, te brinda una interesante conversación, asiente, vuelve a sonreír, cálido, gasta una broma oportuna. No se fíen, hagan el favor. Es un hombre fetén, qué duda cabe, pero si se le conoce un poco una sabe que está echando a volar, que ha sacado a relucir discretamente el par de alas que le acompaña desde la infancia y ya anda muy lejos de este aquí y este ahora que creemos compartir con él.»