ANTONIO PÉREZ GRAU | REA nº 13 | Publicado en Octubre de 2014
La historia del Palacio de Cultura de Benidorm arranca en 1996, cundo una gran número de ciudadanos elevan sus peticiones para que se lleve a cargo una inversión en cultura, y se de lugar a un centro de actividades capaz de aglutinar todos servicios que en general están desatendidos en el área metropolitana benidormí. Pero el asunto, que en principio no debía costar más de 10 millones de euros, acabó por presupuestarse en más de cuarenta, y el resultado es la parálisis.
No éramos pocos los que, aun viviendo en la Vila, esperábamos que esta necesidad fuese colmada, pero han pasado casi veinte años y el resultado es una estampa vergonzosa. En la ciudad turística que es Benidorm ha faltado la dignidad, que no la ambición, como deja claro el horizonte plagado de gigantescos edificios, mientras que el único que se iba a dedicar a aglutinar las necesidades culturales de una ciudad ya bastante grande sencillamente se ha quedado paralizado.
El Palacio de la Cultura de Benidorm fue una petición que vino de la gente, y en principio contó, en 1996, con un proyecto de ejecución de diez millones de euros. El asunto entonces parecía plausible, pero el arquitecto escogido, un personaje con ínfulas de artista, Juan Navarro Baldeweg, encontró que debía ejecutarse por algo más de doce millones. El rastro de las influencias y de los daños públicos no es fácil de ver si se desentierran un poco las huellas del tránsito de estos personajes: Juan Navarro Baldeweg realizó varias exposiciones de gran formato en museos como el IVAM, tan bien controlado por los hilos de Consuelo Císcar, amiguísima de Zaplana, que no fue otro quien garantizó que aquel proyecto iría adelante. dicho sea de paso, decir que la obra de Juan Navarro Baldeweg me parece patética y que tanto como arquitecto como pintor es un cero a la izquierda.
Pero no fue, y mediante una serie de extrañas estratagemas difíciles de asociar y comprender, al final el proyecto terminó por ser presupuestado por casi cuarenta millones de euros. La de cosas que se podría hacer con ese dinero, pero no bastó, o al menos Camps no quiso pagarlos a la empresa adjudicada, váyanse Vds. a saber por qué razones, porque en estos líos de construcción los lazos del sector empresarial y las familias políticas son muy próximos, como bien se ha sabido en estos años. La corrupción siempre es la respuesta en este país, y en el caso del Palacio de la Cultura no podía ser de otro modo. Ahora falta dinero para todo y al escarbar los medios de comunicación no hacen sino sacar basura a la luz… falta por saber hasta cuando la vergúenza del Palau de la Cultura de Benidorm seguirá como una ruina de hormigón a la sombra de los celestiales hoteles que lo rodean.
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